lunes, 26 de septiembre de 2016

Charlie Bucket y la Fábrica de Chocolates, una lección de vida

Debo confesar que soy fan de Charlie Bucket, el niño de la película Willy Wonka y La Fábrica de Chocolates. 

A pesar de transitar por caminos complejos, ni él ni su familia dejaron de ser las buenas personas que son ni alteraron su perspectiva sobre la vida; de hecho me fascinó una frase que la mujer le dice a su esposo - que había perdido el empleo hace algunos días - mientras lo abrazaba: "Tranquilo, ya vendrán tiempos mejores, solo le echaré más agua a la sopa".


A pesar de contar con pocos recursos, compraron una barra de chocolate a su hijo para tratar de cumplirle el sueño de conocer la mejor fábrica del mundo, y aunque no lo lograron en ese intento, la providencia se encargó del resto.

Fue tal la ilusión en Charlie que nunca se amilanó, y por el contrario, siempre tenía una sonrisa para regalar. Incluso cuando logró lo impensable que era ganar el ticket para visitar a Willy Wonka, lo que primó en él fue el amor por su familia y la intención de ayudarlos económicamente pensando vender la opción ganada; definitivamente le darían un muy buen precio por él. Intención que solo pudo ser superada por el consejo de uno de sus abuelos recordándole que las cosas superficiales abundan y lo que realmente es invaluable son nuestros sueños (una frase muy poderosa fue: "... Imprimen dinero todos los días pero este ticket es único, solo un tonto cambiaría algo tan mundano como el dinero por algo tan especial. Charlie, eres un tonto?. - No, señor.").


Cuando finalmente debió medirse con competidores que en el papel parecían superarlo, no abandonó jamás su humildad, transparencia, buenas intenciones y como insisto, perspectiva. 
Y la vida lo recompensó.

Ama, sirve, sonríe y ve por lo que quieres sin hacerle daño a nadie, que del resto se encargan arriba. 
Buena semana!


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